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velneva dijo el día 24 de Noviembre de 2009 a las 16:32:03:
Francisco Velasco escribe:
Más vale una roja que cien amarillas. La roja es el quid de la cuestión. La roja es el secuestro del Alakrana. La roja es la liberación de los marineros españoles por parte del Estado español. La roja es la intervención de España en defensa de nuestros conciudadanos. La roja es la bandera española que ondea en los buques de nuestro país. La roja es el valor de los que dan la cara. La roja es la sangre de los que dan su vida por sus principios y valores. Éstas, y muchas más, son las caras de la roja. Roja de arrojo. Roja de roca. Roja de rompe y rasga.
La amarilla es el atajo desleal. La amarilla es el sucedáneo de vericueto. La amarilla es la epidermis del problema. La amarilla es el silencio de liberados cobardes. La amarilla es la excusa para no agradecer el servicio prestado. La amarilla es el izado clandestino de la ikurriña en vez de la enseña rojigualda. La amarilla es la cobardía de los judas. La amarilla es la palidez de los que ponen una vela a Dios en la intimidad del alma tranquila y otra al diablo en la publicidad de los que linchan. La amarilla es el vampirismo de muertos vivientes.
Un marinero de Huelva. Unos pescadores de Galicia. Arrantxales del País Vasco. Éstos rechazaron regresar a España en un avión de nuestro ejército. Sí admitieron el pago del rescate por parte de los españoles. Sí aceptaron la intervención de las fragatas del Estado. Sí pidieron la custodia de nuestra Armada. Sí exigen la ayuda de nuestro Gobierno. Sí quieren ser de España para lo que les conviene y sí repudian a la nación española cuando a ellos interesa. Idólatras del amarillo. Quienes se rigen por normas de esta moralidad ambigua son amarillistas. Tan amarillistas como los que tienen el deber de hacer cumplir las leyes y hacen la vista gorda.
Amarillistas los bermeotarras que no actúan conforme a la gallardía arquetípica de los vizcaínos. Amarillistas aquellos vecinos de Bermeo que, lejos de expresar con claridad su expresión de gratitud o de condena, callan en una mudez cómplice. Amarillistas los que se dicen abertzales y, en verdad, sólo son antiespañoles. Amarillistas los que no se atreven a enfrentar la presión infame de los nacionalistas radicales y la violencia de los proetarras asesinos. Amarillistas los que ponen la secular hidalguía vasca, el histórico señorío de Vizcaya, a la altura del siervo más adulador y desvergonzado. Amarillistas del mismo tono que los ministros de un Gobierno que a todo dice sí con tal de no mostrar su verdadero rostro exangüe. Amarillista como un Gobierno que, al pagar a unos piratas, fomenta el delito. Amarillistas que se alimentan de sensaciones y desdeñan razones.
Este articulista odia el amarillismo, como rechaza el meter a todos en el mismo saco. Atenta contra el principio de la igualdad. No son de Bermeo los alakranistas. Algunos alakranistas sí son de Bermeo. A cada uno lo suyo.
Más vale una roja que cien amarillas. La roja es el quid de la cuestión. La roja es el secuestro del Alakrana. La roja es la liberación de los marineros españoles por parte del Estado español. La roja es la intervención de España en defensa de nuestros conciudadanos. La roja es la bandera española que ondea en los buques de nuestro país. La roja es el valor de los que dan la cara. La roja es la sangre de los que dan su vida por sus principios y valores. Éstas, y muchas más, son las caras de la roja. Roja de arrojo. Roja de roca. Roja de rompe y rasga.
La amarilla es el atajo desleal. La amarilla es el sucedáneo de vericueto. La amarilla es la epidermis del problema. La amarilla es el silencio de liberados cobardes. La amarilla es la excusa para no agradecer el servicio prestado. La amarilla es el izado clandestino de la ikurriña en vez de la enseña rojigualda. La amarilla es la cobardía de los judas. La amarilla es la palidez de los que ponen una vela a Dios en la intimidad del alma tranquila y otra al diablo en la publicidad de los que linchan. La amarilla es el vampirismo de muertos vivientes.
Un marinero de Huelva. Unos pescadores de Galicia. Arrantxales del País Vasco. Éstos rechazaron regresar a España en un avión de nuestro ejército. Sí admitieron el pago del rescate por parte de los españoles. Sí aceptaron la intervención de las fragatas del Estado. Sí pidieron la custodia de nuestra Armada. Sí exigen la ayuda de nuestro Gobierno. Sí quieren ser de España para lo que les conviene y sí repudian a la nación española cuando a ellos interesa. Idólatras del amarillo. Quienes se rigen por normas de esta moralidad ambigua son amarillistas. Tan amarillistas como los que tienen el deber de hacer cumplir las leyes y hacen la vista gorda.
Amarillistas los bermeotarras que no actúan conforme a la gallardía arquetípica de los vizcaínos. Amarillistas aquellos vecinos de Bermeo que, lejos de expresar con claridad su expresión de gratitud o de condena, callan en una mudez cómplice. Amarillistas los que se dicen abertzales y, en verdad, sólo son antiespañoles. Amarillistas los que no se atreven a enfrentar la presión infame de los nacionalistas radicales y la violencia de los proetarras asesinos. Amarillistas los que ponen la secular hidalguía vasca, el histórico señorío de Vizcaya, a la altura del siervo más adulador y desvergonzado. Amarillistas del mismo tono que los ministros de un Gobierno que a todo dice sí con tal de no mostrar su verdadero rostro exangüe. Amarillista como un Gobierno que, al pagar a unos piratas, fomenta el delito. Amarillistas que se alimentan de sensaciones y desdeñan razones.
Este articulista odia el amarillismo, como rechaza el meter a todos en el mismo saco. Atenta contra el principio de la igualdad. No son de Bermeo los alakranistas. Algunos alakranistas sí son de Bermeo. A cada uno lo suyo.
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