sábado, 7 de mayo de 2016

UN RELOJ Y UNA BATALLA Y UNA TRADICIÓN


Un reloj y una batalla

Esta relación especial con la Marina se mantuvo durante años, en los que llegó
a entregar unos 70 cronómetros, y en los cuales Losada fue perfeccionando sus
obras e introduciendo nuevos hallazgos e invenciones, hasta que a raíz de una
grave enfermedad, contraída en 1865, empezó a decaer su capacidad de trabajo,
al mismo tiempo que lo hacían las necesidades de la Marina.
El último encargo, 
un reloj de bolsillo, no procedía de la Marina, sino de los cuerpos
de la 
Armada para regalárselo al almirante Casto Méndez Núñez por la batalla de
El 
Callao. 


Este reloj es una de sus obras mas sobresalientes, y se guarda en el

Museo Naval de Madrid.
Es una saboneta con las tapas realizadas en piedra 
verde sanguínea, que lleva las iniciales de Casto Méndez Núñez en la tapa anterior, hechas con diamantes.
En la tapa posterior, figuran dos anclas 
cruzadas y una corona real encima, formadas por diamantes y rubíes. El reloj posee una cadena de oro con adornos en piedra sanguínea con incrustaciones de diamantes y rubíes, con motivos de tipo naval, como una
boya, una brújula y una trompeta de mando.Reloj regalado al
vicealmirante Méndez
Núñez (Madrid, Museo Naval).

Y a la vez regaló uno más modesto a toda la tripulación.

Y de ese regalo viene la tradición de los marinos vestidos de blanco todas las Noche Viejas, para agradecérselo.

Aunque con el tiempo y sin saber porque se perdió entre la niebla de los tiempos





Inaugurado en 1866 con motivo del cumpleaños de la reina, la Villa
de Madrid decidió honrar esas mismas navidades a Losada aprove-
chando que las campanadas de su nuevo carrillón iban a sonar por
primera vez en la Puerta del Sol el último día del año, ocasión que
aprovecharon los combatientes licenciados de la 
Numancia venidos
de toda España para reunirse con el relojero al objeto de agradecerle
el regalo recibido.

En el Museo Naval de Madrid se exhibe una de estas sabonetas, en
este caso con las tapas en piedra verde sanguínea y un escudo naval
con la corona rematada en rubíes, regalo de Losada al Almirante
Méndez Núñez a su regreso de la batalla naval de El Callao, obsequio
que, en una versión más modesta, el relojero leonés tuvo a bien exten-
der a todos los miembros de la distinguida dotación de la fragata 
Numancia.


La idea cuajó y se extendió, de manera que cada fin de año la plaza
era punto de reunión de marinos licenciados, tanto de la metrópoli
como de las colonias, que de esa forma volvían a lucir sus uniformes
en dicha fecha dando lugar a una tradición que se mantuvo hasta no
hace muchos años.

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