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Así funciona la cabeza de Nadal
Por QUIQUE PEINADO
Para Marca
Antes de cada saque le vemos hacer los mismos gestos, invariables, mecánicos, casi inhumanos. Rafa Nadal mantiene la cabeza cosida a la bola, al tenis, sin margen para escaparse o frustrarse. La mentalidad del mallorquín es una mezcla de la mano de su tío y entrenador, Toni, y de una cabeza y un sacrificio privilegiados.
Cuando a Nadal no le corre la bola más que al rival, cuando el partido se pone imposible, ahí está esa mente indestructible.
Así funciona.
Acaba el punto y Rafa se va a un recogepelotas.
Agarra la toalla, se seca el brazo izquierdo, la cara y el derecho.
En la raqueta le dejan dos bolas, si es que ha metido el primer saque en el punto anterior, o tres si no ha sido así.
Con tres pelotas sobre el cordaje, las escruta y elige dos.
Primero da varios botes con la raqueta sujeta con la izquierda, en los que hace ese antiestético gesto que tanta gracia le hace a Novak Djokovic, y otros tantos con la mano derecha. Normalmente, más de cinco de cada manera.
Entre medias, se seca alguna furtiva gota que le caiga por la cara.
Esta rutina es invariable, de una precisión que no conocía la historia del tenis.
Una colección de gestos que, dicen, le enseñó su tío Toni cuando era pequeño para que no sacara tan rápido entre punto y punto.
Él mismo lo desmiente: "He oído que yo le enseñé a hacer esos gestos, pero no es verdad.
Sí es cierto que él sacaba muy deprisa y se cansaba más, pero todo es cosecha suya", afirma. Como lo de beber de dos botellas cuando descansa o lo de no pisar las líneas cuando sale a la pista.
"Cuando pasa el tiempo y te vas asentando, vas cogiendo esas rutinas.
A mí a veces me dicen cosas que hace Rafael, como esto que me cuentas tú, en las que yo no he caído.
Son manías suyas, no hay nada preparado.
Ni siquiera habla con los recogepelotas para que le den la toalla o las bolas justas:
ellos ya lo saben", dice sonriendo.
La clave, la educación
Nadal, aparentemente, vacía su cabeza entre punto y punto.
Nunca parece arrastrar la frustración de un tanto perdido en el siguiente.
Así, fue capaz de hacer caer el andamiaje mental de Roger Federer en la final de Wimbledon: todos vimos cómo algo en el suizo hizo 'crack' en aquel legendario quinto set, cómo se vino abajo, y cómo nunca le ocurrió a Nadal, a pesar de venir de dos sets remontados en contra y sufrir los parones por la lluvia.
Aquella batalla mental, quizá la más grande de la historia del tenis, la ganó el mallorquín.
Nunca se le vio un atisbo de queja, de auto reproche, en medio de la guerra.
Su tío explica cómo se consigue: "Es una cuestión de educación.
Uno no consigue que su hijo sea educado haciéndole que dé siempre los buenos días.
Hay un trabajo detrás y tiene que salir de él.
Aquí es lo mismo.
Se consigue lo que se hace en los entrenamientos.
Odio a la gente que se queja, en todos los ámbitos de la vida, y Rafael nunca lo hace en los partidos.
Es una incoherencia: si fallas mucho es porque no sabes lo suficiente de lo que estás haciendo, así que más vale que mejores.
Y si fallas poco, es algo con lo que hay que convivir sin quejarse.
Eso hay que educarlo en los entrenamientos: si haces algo mal, te aguantas.
Trabaja para que te salga bien.
A Rafa todavía le tengo que decir que no se queje en algún entrenamiento si hace las cosas mal", cuenta.
Conteniendo la euforia
Es evidente, a ojos de cualquier aficionado, que Rafa ha atemperado su manera de celebrar los puntos. Antes hacía alguna de esas 'diagonales', en las que celebrara auténticos 'goles' en medio del partido. Ahora su descomunal brazo izquierdo se contrae muchas veces, pero ni la cuarta parte que antes. "A mí me gusta el jugador expresivo en la pista", dice Toni Nadal. "Cuando Rafael empezó en el circuito vivía todo con más pasión, pero la ha ido atemperando. Es lógico. Debe ser espontáneo y celebrar, y me gusta mucho cómo celebra las victorias. El deporte tiene demasiada presión. Lo idóneo sería que Rafa se riera en los partidos, pero entre punto y punto", señala.
Toni considera que la mejor cualidad del juego de Rafa es "que es un jugador muy ordenado y duro de cabeza". Ahí tiene un salto de calidad evidente entre los otros tenistas del circuito. A lo mejor no es al que le corre más la bola, ni su revés está entre los mejores. Pero su dureza mental es incomparable.
En el cuarto punto de la semifinal de la Copa Davis contra Andy Roddick en Las Ventas, en el último set, pudimos ver un punto en el que el norteamericano pegó hasta cinco 'palos' increíbles, virtualmente matadores, y Rafa los devolvió. Era evidente que la bola del estadounidense corría más, fruto de un físico descomunal, ideal para el tenis. Sin embargo, Roddick acabó estrellando la pelota en la red, en un resumen definitivo de lo que había sido el encuentro. Para Toni Nadal, "hay deportes, como el fútbol, en el que el mejor del mundo falla muchas veces en un partido. En otros, como el golf, el ajedrez o el tenis, el fallo está muy penado. El mejor del mundo debe fallar poquísimo", dice.
Una filosofía de vida
Al final, la conclusión que se saca de hablar con Toni Nadal es que el juego de su sobrino está muy lejos de circunscribirse a pelotas y raquetas. Que es el resultado de una filosofía de vida. Y que Toni es un profesor que da lecciones que todos deberíamos aprender: "Mira, nuestros padres eran de una manera porque vivieron una situación muy diferente, la dureza de la posguerra. Por eso son más duros. Lo decía Ortega y Gasset: 'Yo soy yo y mis circunstancias'. Si de pequeño te lo permiten todo, si te dan lo que quieres sin esfuerzo, serás mucho menos sacrificado", dice. Y ahí radica el éxito del número uno, quizá el deportista que más admiración despierta entre todos nosotros.
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