«Un islamista nos dijo: «Esperad, os mandamos un emisario»... Era un terrorista con cinturón bomba»
Inspector del GEO que dirigió el operativo de asalto al piso de Leganés
El Inspector del Grupo Especial de Operaciones cuanta en esta entrevista cómo se desarrolló el asalto al piso en el que se suicidaron los siete terroristas islamistas del 11-M. En su memoria guarda "la cara pálida de Javier", su compañero y amigo, muerto en la operación policial.
Recuerda que quería ir al cine con su hijo. Cómo lo podría olvidar si tiene grabado cada instante de ese día 3 abril, en el que junto con catorce compañeros, todos agentes del GEO, sufrió la explosión provocada por los siete islamistas que se suicidaron en Leganés.
Lo tiene todo muy presente, en especial la muerte de su amigo Javier -Francisco Javier Torronteras-. Y en presente, el inspector que dirigió el operativo de asalto empieza a contar los prolegómenos de aquella jornada. Su voz aún tiene tono nasal porque la explosión le destrozó la nariz. Además, una cicatriz de no sabe cuántos puntos recorre su frontal derecho.
«Comienzan las vacaciones de Semana Santa y parte de los agentes de servicio están dedicados a la búsqueda del "comando" que atentó en el 11-M; otros han bajado al sur con motivo de un secuestro. En la base no quedan muchos efectivos. Yo mismo estoy de libranza. Camino del cine, a eso de las cinco y media, recibo una llamada del comisario jefe. Le digo que voy al cine con el crío y él me dice que me olvide de películas y me acerque a la base de Guadalajara, que hay un tiroteo en Madrid. «Vete para allá con los primeros que lleguen a la base», me ordena. Mi chaval y yo damos media vuelta y antes de que llegue a casa para dejar al crío me vuelve a llamar y me asegura que la emergencia es muy grande, que me dé toda la prisa del mundo. Tanta me di que dejé al niño en la calle, pero cerca de casa, y me dirigí a la base. Antes de llegar, me vuelve a llamar el comisario y me repite que el tiroteo prosigue. «Pero cuánta munición tienen esos tíos; lo normal es que se les acabe», pienso para mí cuando estamos cargando el vehículo. A las seis y cuarto recibo la cuarta llamada: «Sal ya para Madrid con lo que tengas, el tiroteo continúa y hace falta que estemos allí». Salimos diez y de camino me dan el teléfono de un comisario de Información que me dice que el tiroteo es en Leganés...».
Pregunta.-Entonces, salieron convencidos de que iban a un simple tiroteo...
Respuesta.-Bueno, pensamos que era una intervención convencional y cargamos en los vehículos material para una intervención estándar. Durante el camino me volvió a llamar el comisario jefe para decirme que había conseguido contactar con otros cuatro geos y que él también se iba a trasladar. Cuando llegamos a Leganés nos fuimos acercando a la zona guiándonos por el helicóptero que ya sobrevolaba el lugar. Eran las siete. El comisario de Información me comenzó a dar noticias de lo que ocurría: que el tiroteo se había producido desde el interior del piso y que era posible que fueran los del 11-M. También me dijeron que era más que posible que tuvieran kilos de explosivo. A partir de ahí, comenzamos a elaborar nuestro plan táctico.
P.-¿Qué datos tuvieron en cuenta?
R.-Ratificamos que, en efecto, eran los de la matanza. Luego, estuvimos hablando con los vecinos para conocer la vivienda y ver la posibilidades de acceso. Pero cuando estábamos buscando los planos de las casas llegó un compañero policía que vivía en el portal de al lado contándonos que uno de los dormitorios de su casa daba pared con pared con la vivienda de los terroristas. Entramos en el piso del compañero y allí sentimos el nerviosismo que tenían los islamistas. Daban voces, gritos... No los entendíamos, pero los alaridos eran de sobra elocuentes. Para nosotros era muy valioso conocer la distribución de la casa porque de esa manera podíamos saber por dónde nos teníamos que mover para hacer que nuestra actuación fuera rápida. Y más aún sabiendo que tenían explosivos.
P.-¿Cómo lo supieron?
R.-Al principio había muchas dudas, pero también muchas posibilidades de que los tuvieran. Era un elemento clave para nosotros. Poco después supimos que en el 091 se había recibido la llamada de una familiar de los islamistas informando de que habían colocado explosivos en la puerta de la casa. No obstante, las dudas se mantenían.
P.-Una vez conocida la distribución de la casa ¿qué hicieron?
R.-Hasta las nueve, cuando se produjo la intervención, transcurrieron dos horas en las que tuvimos que analizar miles de elementos. Parece que en dos horas tienes tiempo para hacer miles de cosas, pero se nos pasaron volando. El plan de actuación lo empezamos a diseñar enseguida, aunque lo fuimos modificando sobre la marcha. Además, lo prudente en estos casos es negociar con ellos y lograr que se entreguen. En Leganés el mando policial formó una célula de crisis que fue valorando los datos que recibía del servicio de Información, de las Unidades de Intervención y del GEO. Nosotros explicamos al mando cómo iba a ser nuestra intervención. Y sobre las ocho y media de la noche nos dijeron que, como no había forma humana de acabar con la situación, teníamos que intervenir. En esos momentos pensamos que no iban a suicidarse, basándonos en dos factores: habían dado muestras de que querían vivir porque pudieron haber muerto el mismo 11-M y no lo hicieron, y luego cuando empezaron a disparar al verse cercados por la Policía. Son dos actuaciones defensivas, impropias de alguien que está dispuesto a suicidarse.
P.-¿Eso les confundió?
R.-Si hubiéramos sabido al cien por cien que los terroristas querían suicidarse, nuestro plan de actuación habría sido distinto. No estuvo claro hasta el momento de la explosión.
P.-¿Qué plantearon al mando policial?
R.-Lo primero que pedimos fue tiempo, porque los terroristas estaban muy nerviosos y en ese estado una persona no va a razonar. Nuestro objetivo era que se entregasen. Pero también estaba el factor de que la situación no se podía eternizar. Estaba claro que no íbamos a entrar en la vivienda, pero había que aproximarse a ella para proceder a la detención. Queríamos abrir la puerta y negociar con ellos la entrega. Se intentó, pero con resultado negativo. La situación ideal para haber entrado en el piso hubiera sido esperar a que los terroristas se tranquilizasen, porque en un momento de tensión te van a hacer más frente.
P.-¿Fue un error entrar en ese momento?
R.-Se podía haber esperado, pero luego, visto el desarrollo de los hechos, casi daba lo mismo. El GEO está preparado para actuar en todas las circunstancias, aunque cuando las condiciones son favorables, como en todos los oficios, los riesgos son menores. Ahora contamos con unos medios técnicos que nos garantizan más seguridad que la que teníamos el 3 de abril.
P.-Volvamos a las ocho y media del 3 de abril. ¿Cómo fue el asalto?
R.-Éramos quince. Íbamos de paisano porque no pudimos perder tiempo en ponernos el mono de trabajo. Llevábamos el chaleco antibalas y el táctico, el casco, subfusil, pistola, guantes, protección de rodillas y codos, máscaras antigás, es decir, todo lo necesario para una intervención.
P.-En ese momento de tensión, ¿qué es lo que dice el jefe a sus hombres?
R.-Sólo se piensa en lo que hay que hacer. Les dije a cada uno sus misiones individuales y también escucharon el conjunto del plan, porque todo el mundo tiene que saber lo que se va a hacer de principio a fin. El comisario jefe nos dijo que quizás era la intervención más delicada en la historia del GEO. Nadie puso una cara rara ni de disgusto. Todo el mundo sabía lo que iba a afrontar y la mejor forma de intervenir era la elegida, a pesar del riesgo.
P.-¿Qué pensó en ese momento?
R.-No se tiene tiempo de pensar en nada, ni siquiera en la familia. Sólo hay tiempo para pensar en la intervención. No nos podemos distraer.
P.-En esos instántes, ¿a qué se tiene más miedo: al error a los terroristas?
R.-Al error, siempre al error.
P.-¿Han hecho autocrítica?
R.-Por su puesto. Nosotros somos muy severos en nuestras críticas, para mejorar. Además, si dejamos a Javier \ en el camino es porque algo no salió bien, pero, insisto, la intervención que hicimos fue la más adecuada en aquel momento.
P.-Perdón por volver a un momento trágico. ¿Cómo fue el asalto?
R.-Íbamos los quince. Entramos al edificio por el garaje, pero antes dijimos a los compañeros de las unidades de intervención que salieran del edificio. Los vecinos ya habían sido evacuados. Cuatro geos nos apostamos junto a la puerta contra incendios en la primera planta, y los restantes distribuidos por la escalera. Colocamos una pequeña carga explosiva en la puerta para echarla abajo y también para neutralizar el explosivo que, según dijo el familiar de uno de los islamistas, estaba colocado en la puerta. Ésta cayó y empezamos a negociar con ellos. En ese momento ignorábamos que también tenían cinturones y chalecos bomba...
P.-¿Los veían?
R.-No los vimos, sólo hablamos con ellos desde la puerta contra incendios que había en el rellano de la escalera, a un metro de la entrada de la casa de los terroristas. Les dije que se entregaran y cada vez que hablaba respondían con disparos. Pero los disparos nos tranquilizaban porque sabíamos que tenían algo más peligroso, el explosivo, y que, de momento, no lo utilizaban. Los disparos, por así decirlo, sonaban como a poco. Y decíamos: pues bueno, que disparen, no hay problema. Había que esperar a que dejaran de disparar para intentar que se entregaran. Lo intentamos tres veces. El tiempo se hizo eterno, pero en realidad duró tres minutos y cuarenta segundos. Si me llegan a preguntar, yo digo que la intervención duró veinte. Durante este tiempo estuvimos hablando y aguantando sus disparos, porque nosotros no hicimos ninguno.
P.-¿Qué les decían ellos?
R.-Gritaban y decían: «¡Entrad, mamones!» y otros alaridos en árabe. Y ya viendo que no había posibilidad alguna de que se entregaran, decidimos el paso siguiente: lanzar gas y en ese momento sí que ya no hay retorno. El gas pica, escuece... muy molesto. Entonces, recuerdo que Javier, que estaba con el escudo delante de mí, me decía «venga, venga, vamos a empezar con el gas». Y recuerdo su cara, no se me olvidará jamás. Una cara pálida, de preocupación, de responsabilidad. En ese momento, no sé por qué, se está muy sereno. Los nervios se tienen antes, es antes cuando se te seca el paladar. Lanzar el gas es un paso que no tiene retorno...Y se produjo la explosión. Pero segundos antes volvieron a entonar cánticos en árabe y uno de ellos nos dijo en español: «Esperad, os mandamos un emisario»... Es decir... un terrorista con cinturón bomba. De hecho, los Tedax creen que, además de la gran explosión, hubo una segunda que pudo ser la del emisario. En ese momento no se siente nada, no se oye nada. La primera imagen que tuve después de la intervención fue en el hospital de campaña.
P.-¿Que pasó tras la explosión?
R.-Yo no me enteré. Pero a casi todos la explosión nos lanzó a un rellano de la escalera que había entre el portal y la primera planta. Los escombros nos sepultaron. La onda expansiva se propagó por la escalera y los ascensores. Una de las paredes próximas a nosotros se derrumbó y un geo salió despedido al exterior y fue a caer cerca de la piscina. Los bomberos pensaron que habíamos muerto todos. A Javier un objeto le seccionó la femoral, pero también sufrió otras heridas irreversibles.
P.-¿Cuáles fueron las últimas palabras que le oyó decir?
R.-«Vamos a lanzar el gas». Javier iba conmigo porque, además de ser un hombre de mi total confianza, era mi amigo. Pero al equiparnos todos con las máscaras, el que portaba el escudo no podía ponérsela -porque con una mano no te puedes poner el escudo-. Entonces Javier cogió el escudo y ya siguió con él en primera línea. En la reconstrucción que hemos hecho, sí parece que Javier vio a alguien, porque algunos compañeros recuerdan haberle oído decir: «¡Alto, alto, quieto ahí!». En el plan inicial no era Javier quien tenía que portar el escudo, era otro agente que también sufrió heridas muy graves. Después de la explosión no recuerdo nada. En el hospital de campaña pregunté: «¿Estamos todos bien? » Y me dijeron: «Sí, sí, estáis todos bien». En el siguiente hospital volví a preguntar y me dijeron: «Tú eres el que está peor, el resto está bien». Ya en el tercero, en el Doce de Octubre, cerca de la una de la madrugada, es cuando me dijeron que Javier había muerto. Luego, hablé por primera vez con mi familia. Sabía que mis padres y mis hijos lo estaban pasando mal y quería tranquilizarlos. El cirujano me dejó su móvil. Recuerdo que mi padre, a causa de los nervios soltaba el aire con un ruido similar a las válvulas de la olla a presión.
P.-¿El GEO ha superado el 3 de abril?
R.-Sí, sí. Al día siguiente ya estábamos pensando en la próxima operación. No obstante, fueron momentos muy duros y por eso están más presentes que otros. Hay que seguir adelante...
P.-¿Ha vuelto a Leganés?
R.-Días después, cuando salí del hospital, fui con el comisario jefe y con otro compañero. Vimos que todavía había sangre nuestra en las paredes, en la escalera. Subimos dos pisos más arriba y en el salón de una casa había una mesa puesta con todo colocado, no se había caído nada. Había mejillones abiertos, sandwiches... Sorprendente, ¿eh?
P.-¿Qué piensa de los que aún ponen en tela de juicio el que los terroristas se suicidaran?
R.-Pues que son absurdos.
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Pregunta.-Entonces, salieron convencidos de que iban a un simple tiroteo...
Respuesta.-Bueno, pensamos que era una intervención convencional y cargamos en los vehículos material para una intervención estándar. Durante el camino me volvió a llamar el comisario jefe para decirme que había conseguido contactar con otros cuatro geos y que él también se iba a trasladar. Cuando llegamos a Leganés nos fuimos acercando a la zona guiándonos por el helicóptero que ya sobrevolaba el lugar. Eran las siete. El comisario de Información me comenzó a dar noticias de lo que ocurría: que el tiroteo se había producido desde el interior del piso y que era posible que fueran los del 11-M. También me dijeron que era más que posible que tuvieran kilos de explosivo. A partir de ahí, comenzamos a elaborar nuestro plan táctico.
P.-¿Qué datos tuvieron en cuenta?
R.-Ratificamos que, en efecto, eran los de la matanza. Luego, estuvimos hablando con los vecinos para conocer la vivienda y ver la posibilidades de acceso. Pero cuando estábamos buscando los planos de las casas llegó un compañero policía que vivía en el portal de al lado contándonos que uno de los dormitorios de su casa daba pared con pared con la vivienda de los terroristas. Entramos en el piso del compañero y allí sentimos el nerviosismo que tenían los islamistas. Daban voces, gritos... No los entendíamos, pero los alaridos eran de sobra elocuentes. Para nosotros era muy valioso conocer la distribución de la casa porque de esa manera podíamos saber por dónde nos teníamos que mover para hacer que nuestra actuación fuera rápida. Y más aún sabiendo que tenían explosivos.
P.-¿Cómo lo supieron?
R.-Al principio había muchas dudas, pero también muchas posibilidades de que los tuvieran. Era un elemento clave para nosotros. Poco después supimos que en el 091 se había recibido la llamada de una familiar de los islamistas informando de que habían colocado explosivos en la puerta de la casa. No obstante, las dudas se mantenían.
P.-Una vez conocida la distribución de la casa ¿qué hicieron?
R.-Hasta las nueve, cuando se produjo la intervención, transcurrieron dos horas en las que tuvimos que analizar miles de elementos. Parece que en dos horas tienes tiempo para hacer miles de cosas, pero se nos pasaron volando. El plan de actuación lo empezamos a diseñar enseguida, aunque lo fuimos modificando sobre la marcha. Además, lo prudente en estos casos es negociar con ellos y lograr que se entreguen. En Leganés el mando policial formó una célula de crisis que fue valorando los datos que recibía del servicio de Información, de las Unidades de Intervención y del GEO. Nosotros explicamos al mando cómo iba a ser nuestra intervención. Y sobre las ocho y media de la noche nos dijeron que, como no había forma humana de acabar con la situación, teníamos que intervenir. En esos momentos pensamos que no iban a suicidarse, basándonos en dos factores: habían dado muestras de que querían vivir porque pudieron haber muerto el mismo 11-M y no lo hicieron, y luego cuando empezaron a disparar al verse cercados por la Policía. Son dos actuaciones defensivas, impropias de alguien que está dispuesto a suicidarse.
P.-¿Eso les confundió?
R.-Si hubiéramos sabido al cien por cien que los terroristas querían suicidarse, nuestro plan de actuación habría sido distinto. No estuvo claro hasta el momento de la explosión.
P.-¿Qué plantearon al mando policial?
R.-Lo primero que pedimos fue tiempo, porque los terroristas estaban muy nerviosos y en ese estado una persona no va a razonar. Nuestro objetivo era que se entregasen. Pero también estaba el factor de que la situación no se podía eternizar. Estaba claro que no íbamos a entrar en la vivienda, pero había que aproximarse a ella para proceder a la detención. Queríamos abrir la puerta y negociar con ellos la entrega. Se intentó, pero con resultado negativo. La situación ideal para haber entrado en el piso hubiera sido esperar a que los terroristas se tranquilizasen, porque en un momento de tensión te van a hacer más frente.
P.-¿Fue un error entrar en ese momento?
R.-Se podía haber esperado, pero luego, visto el desarrollo de los hechos, casi daba lo mismo. El GEO está preparado para actuar en todas las circunstancias, aunque cuando las condiciones son favorables, como en todos los oficios, los riesgos son menores. Ahora contamos con unos medios técnicos que nos garantizan más seguridad que la que teníamos el 3 de abril.
P.-Volvamos a las ocho y media del 3 de abril. ¿Cómo fue el asalto?
R.-Éramos quince. Íbamos de paisano porque no pudimos perder tiempo en ponernos el mono de trabajo. Llevábamos el chaleco antibalas y el táctico, el casco, subfusil, pistola, guantes, protección de rodillas y codos, máscaras antigás, es decir, todo lo necesario para una intervención.
P.-En ese momento de tensión, ¿qué es lo que dice el jefe a sus hombres?
R.-Sólo se piensa en lo que hay que hacer. Les dije a cada uno sus misiones individuales y también escucharon el conjunto del plan, porque todo el mundo tiene que saber lo que se va a hacer de principio a fin. El comisario jefe nos dijo que quizás era la intervención más delicada en la historia del GEO. Nadie puso una cara rara ni de disgusto. Todo el mundo sabía lo que iba a afrontar y la mejor forma de intervenir era la elegida, a pesar del riesgo.
P.-¿Qué pensó en ese momento?
R.-No se tiene tiempo de pensar en nada, ni siquiera en la familia. Sólo hay tiempo para pensar en la intervención. No nos podemos distraer.
P.-En esos instántes, ¿a qué se tiene más miedo: al error a los terroristas?
R.-Al error, siempre al error.
P.-¿Han hecho autocrítica?
R.-Por su puesto. Nosotros somos muy severos en nuestras críticas, para mejorar. Además, si dejamos a Javier \ en el camino es porque algo no salió bien, pero, insisto, la intervención que hicimos fue la más adecuada en aquel momento.
P.-Perdón por volver a un momento trágico. ¿Cómo fue el asalto?
R.-Íbamos los quince. Entramos al edificio por el garaje, pero antes dijimos a los compañeros de las unidades de intervención que salieran del edificio. Los vecinos ya habían sido evacuados. Cuatro geos nos apostamos junto a la puerta contra incendios en la primera planta, y los restantes distribuidos por la escalera. Colocamos una pequeña carga explosiva en la puerta para echarla abajo y también para neutralizar el explosivo que, según dijo el familiar de uno de los islamistas, estaba colocado en la puerta. Ésta cayó y empezamos a negociar con ellos. En ese momento ignorábamos que también tenían cinturones y chalecos bomba...
P.-¿Los veían?
R.-No los vimos, sólo hablamos con ellos desde la puerta contra incendios que había en el rellano de la escalera, a un metro de la entrada de la casa de los terroristas. Les dije que se entregaran y cada vez que hablaba respondían con disparos. Pero los disparos nos tranquilizaban porque sabíamos que tenían algo más peligroso, el explosivo, y que, de momento, no lo utilizaban. Los disparos, por así decirlo, sonaban como a poco. Y decíamos: pues bueno, que disparen, no hay problema. Había que esperar a que dejaran de disparar para intentar que se entregaran. Lo intentamos tres veces. El tiempo se hizo eterno, pero en realidad duró tres minutos y cuarenta segundos. Si me llegan a preguntar, yo digo que la intervención duró veinte. Durante este tiempo estuvimos hablando y aguantando sus disparos, porque nosotros no hicimos ninguno.
P.-¿Qué les decían ellos?
R.-Gritaban y decían: «¡Entrad, mamones!» y otros alaridos en árabe. Y ya viendo que no había posibilidad alguna de que se entregaran, decidimos el paso siguiente: lanzar gas y en ese momento sí que ya no hay retorno. El gas pica, escuece... muy molesto. Entonces, recuerdo que Javier, que estaba con el escudo delante de mí, me decía «venga, venga, vamos a empezar con el gas». Y recuerdo su cara, no se me olvidará jamás. Una cara pálida, de preocupación, de responsabilidad. En ese momento, no sé por qué, se está muy sereno. Los nervios se tienen antes, es antes cuando se te seca el paladar. Lanzar el gas es un paso que no tiene retorno...Y se produjo la explosión. Pero segundos antes volvieron a entonar cánticos en árabe y uno de ellos nos dijo en español: «Esperad, os mandamos un emisario»... Es decir... un terrorista con cinturón bomba. De hecho, los Tedax creen que, además de la gran explosión, hubo una segunda que pudo ser la del emisario. En ese momento no se siente nada, no se oye nada. La primera imagen que tuve después de la intervención fue en el hospital de campaña.
P.-¿Que pasó tras la explosión?
R.-Yo no me enteré. Pero a casi todos la explosión nos lanzó a un rellano de la escalera que había entre el portal y la primera planta. Los escombros nos sepultaron. La onda expansiva se propagó por la escalera y los ascensores. Una de las paredes próximas a nosotros se derrumbó y un geo salió despedido al exterior y fue a caer cerca de la piscina. Los bomberos pensaron que habíamos muerto todos. A Javier un objeto le seccionó la femoral, pero también sufrió otras heridas irreversibles.
P.-¿Cuáles fueron las últimas palabras que le oyó decir?
R.-«Vamos a lanzar el gas». Javier iba conmigo porque, además de ser un hombre de mi total confianza, era mi amigo. Pero al equiparnos todos con las máscaras, el que portaba el escudo no podía ponérsela -porque con una mano no te puedes poner el escudo-. Entonces Javier cogió el escudo y ya siguió con él en primera línea. En la reconstrucción que hemos hecho, sí parece que Javier vio a alguien, porque algunos compañeros recuerdan haberle oído decir: «¡Alto, alto, quieto ahí!». En el plan inicial no era Javier quien tenía que portar el escudo, era otro agente que también sufrió heridas muy graves. Después de la explosión no recuerdo nada. En el hospital de campaña pregunté: «¿Estamos todos bien? » Y me dijeron: «Sí, sí, estáis todos bien». En el siguiente hospital volví a preguntar y me dijeron: «Tú eres el que está peor, el resto está bien». Ya en el tercero, en el Doce de Octubre, cerca de la una de la madrugada, es cuando me dijeron que Javier había muerto. Luego, hablé por primera vez con mi familia. Sabía que mis padres y mis hijos lo estaban pasando mal y quería tranquilizarlos. El cirujano me dejó su móvil. Recuerdo que mi padre, a causa de los nervios soltaba el aire con un ruido similar a las válvulas de la olla a presión.
P.-¿El GEO ha superado el 3 de abril?
R.-Sí, sí. Al día siguiente ya estábamos pensando en la próxima operación. No obstante, fueron momentos muy duros y por eso están más presentes que otros. Hay que seguir adelante...
P.-¿Ha vuelto a Leganés?
R.-Días después, cuando salí del hospital, fui con el comisario jefe y con otro compañero. Vimos que todavía había sangre nuestra en las paredes, en la escalera. Subimos dos pisos más arriba y en el salón de una casa había una mesa puesta con todo colocado, no se había caído nada. Había mejillones abiertos, sandwiches... Sorprendente, ¿eh?
P.-¿Qué piensa de los que aún ponen en tela de juicio el que los terroristas se suicidaran?
R.-Pues que son absurdos.
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