lunes, 24 de diciembre de 2012

LOS MISILES DE ETA


Regina Otaola es una de las grandes heroínas de la libertad en el País Vasco. No le tembló el pulso a la hora de denunciar a su convecino Peio Olano por haberle amenazado de muerte en el 2007 y consiguió que la Justicia le condenara hace un par de meses  a dos años de cárcel. Daba la impresión de que el tal Olano era uno de esos energúmenos que militan en la llamada “izquierda abertzale” y que allí donde se encuentran tratan de extender el temor a ETA. Lo que no podía imaginar la valerosa alcaldesa es que el autor de la amenaza era un miembro activo de la banda terrorista, que al ser detenido confesó que en el año 2001 había participado en un intento fallido de acabar la vida de José María Aznar.

El ministro del Interior llamó de inmediato a José María Aznar para informarle de la buena nueva de esta detención, que se produjo en la noche del pasado 8 de enero. Supo así el ex presidente que en tres ocasiones, durante la primavera de 2001, ETA había planeado disparar contra el avión presidencial un misil tierra-aire, tipo SAM, de fabricación soviética, aprovechando alguno de sus frecuentes viajes al País Vasco. Olano había sido el encargado de introducir el artefacto en España y para más inri lo había ocultado largo tiempo en un local medio abandonado propiedad del propio ayuntamiento de Lizarza. Por fortuna el dispositivo falló.

Al conocer esta noticia no pude menos que recordar que el gobierno negó en la Comisión del 11-M, a finales de septiembre de 2004, que ETA tuviera en su poder misiles tierra-aire. Pero la fiabilidad de los informes del Gobierno quedó en entredicho, pues no habían pasado aún cuarenta y ocho horas, cuando cayó en Francia Mikel Antza, número uno del aparato militar de la banda, y en cuyos arsenales aparecieron dos misiles tipo SAM. El ministerio del Interior se apresuró a aclarar que habían sido adquiridos entre septiembre de 1998 y diciembre de 1999, posiblemente a intermediarios irlandeses asentados en Alemania.

¿Por qué tanta y tan rápida precisión? Probablemente, porque el ministerio pretendía evitar que se relacionara este descubrimiento con una información publicada el 4 de marzo de 2002, en la revista Tiempo, según la cual tres miembros de ETA se habían entrenado en el mes de enero de 2001 en un campo de Al Qaeda en Afganistán, que todavía disfrutaba del régimen talibán. Citando como fuente el informe de un espía árabe en Pakistán, en poder del ministerio del Interior afgano post-talibán, el periodista Ahmad Rafat desvelaba la presencia en enero de 2001 (tres meses antes de los intentos fallidos de atentar contra Aznar) de tres etarras en un campo de Al Qaeda situado en la localidad afgana de Jalada. Los etarras habrían recibido instrucción en el manejo de misiles tierra aire tipo SAM, de fabricación soviética, o tipo Stinger, de fabricación norteamericana, todos ellos procedentes de la guerra de los talibanes contra la ocupación militar rusa. Rafat daba toda clase de detalles sobre este viaje y añadía que informaciones posteriores apuntaban la posibilidad de que durante la estancia de los etarras en Jalada se habría concertado la compra de varios misiles tierra-aire a los talibanes, aunque habían surgido dificultades sobre el precio a pagar.

Para corroborar las revelaciones de Rafat, la revista Tiempo publicaba unas declaraciones del diputado socialista Rafael Estrella, presidente de la asamblea parlamentaria de la OTAN, a Julia Navarro. La brillante periodista y escritora había formulado entre otras la siguiente pregunta: “¿ETA está conectada con el terrorismo islámico?” La respuesta del diputado Estrella fue rotunda: “Parece evidente que sí y que los servicios de información tienen noticia de ello”.

Sin ningún rastro de misiles en la organización terrorista

Es de suponer que manejar un misil de estas características requiere un mínimo de preparación militar. No es razonable pensar que los etarras hubieran pretendido lanzar los misiles contra Aznar sin tener ni idea de su manejo. ¿Se entrenaron en Afganistán en enero de 2001?, preguntamos en la Comisión 11-M. La respuesta de la comisaría general de Información de la Policía no pudo ser más contundente: no había constancia “de ningún dato o información que pueda orientar en la dirección de un entrenamiento de tres miembros de ETA en territorio afgano”. Y ya, de su propia cosecha –pues no lo habíamos preguntado–,  el gobierno había añadido que  “en las múltiples incautaciones de armamento a la organización terrorista no había aparecido en ningún caso misiles tipo Stinger”.

A pesar de que el gobierno socialista no daba credibilidad a la información publicada por la revista Tiempo, los encargados de la lucha contra el terrorismo islamista tenían motivos para tomársela en serio. El 23 de septiembre de 2001, al producirse otra importante detención, la de Asier OyarzábalBaltza, jefe del aparato logístico de ETA, se le requisó una carta en inglés con instrucciones sobre el manejo de un misil. La Guardia Civil alertó entonces de que ETA habría podido hacerse con esta clase de armamento lo que supondría una “elevada amenaza”, aunque “atemperada por “a escasa instrucción que posen los activistas a la hora de la utilización hipotética de este material”. El propio CNI elaboró una nota informativa en el mismo sentido. Y la Interpol había advertido sobre un posible acuerdo para la compra de este tipo de armamento entre ETA y el IRA o los colombianos de las FARC. El IRA habría podido hacerse con misiles soviéticos en Libia o en el Líbano. A la vista de estos antecedentes no se comprende por qué el gobierno se empeñó en negar que la banda pudiera tener misiles tierra-aire.

El 12 de marzo de 2004, al día siguiente de la masacre de Madrid, el periodista británico Gordon Thomas, publicó en el diario El Mundo un artículo bajo el título “¿Una colaboración entre Al Qaeda y ETA”. En él afirmaba que Stephen Smyrek –un miembro de origen británico de la banda de Bin Laden y que acababa de ser puesto en libertad por Israel a consecuencia de un canje de prisioneros–, había declarado a los servicios secretos alemanes haber coincidido con varios terroristas de ETA en un campamento de instrucción en las montañas de Tora Bora.

¿Tiene ETA en su poder más misiles? En abril de 2009 se informó que entre los planes de la banda estaba atentar contra el avión del rey Don Juan Carlos. La policía francesa había descubierto que los etarras acababan de experimentar con fuego real en Las Landas, próximas a la frontera española, un proyectil ruso. Expertos franceses habían accedido a los planes de atentado guardados por los terroristas en documentos informáticos intervenidos a ETA donde figuraban cartografías, planes de vuelo y puntos de aterrizaje en Barajas, Palma de Mallorca y Castejón (Navarra). Se recordaba además que dos modelos del SAM-18 habían sido encontrados en "zulos" de Urrugne y Briscous los días 1 y 2 de octubre de 2004.

Por todo lo anterior no estábamos desencaminados cuando en la Comisión de investigación intentamos, sin éxito, que se investigara la posible existencia de relaciones entre ETA y el terrorismo islamista. Ni dábamos credibilidad a lo publicado por Tiempo, ni tampoco teníamos motivos para sostener lo contrario. No pudimos evitar que la potencia mediática progubernamental nos colgara el sambenito de haber defendido la participación de ETA en el 11-M. Nunca sostuvimos tal cosa. Sólo pretendíamos que se llevara a cabo una investigación rigurosa de las presuntas conexiones entre el terrorismo etarra y el islamista sin prejuzgar absolutamente nada.

Nota. En mi libro “11-M. Demasiadas preguntas sin respuesta” atribuí, por error, el artículo publicado por Ahmad Rafat en Tiempo al periodista Magdi Allam, subdirector de Il Corriere de la Sera, autor de otro artículo, también publicado en la misma revista, en el que se informaba de que se había detectado en Bagdad como “escudos humanos”, en vísperas de la segunda guerra de Iraq, a los dos terroristas de ETA detenidos poco después en Cañaveras, una semana antes del 11-M. Pido disculpas por ello.

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