miércoles, 24 de octubre de 2012

REME MORALES Y LA VACA TORERA DEL HOTEL WELLINGTON



VUESTRO SEXO, HIJOS MIOS

Una joya de mujer

Por Remedios Morales

¿Puede una señora fea dormir al raso, como la vaca torera que se exhibe, por San Isidro, en la puerta del hotel Wellington? Yo no lo intentaría sin una braga de pinchos –y eso que estoy pasadita–, porque en la oscuridad de la noche las feas se parecen muchísimo a las guapas.

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http://findesemana.libertaddigital.com/una-joya-de-mujer-1276237789.html

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A Malinowsky, el famoso antropólogo que trabajó allá por la Melanesia, le señalaron en cierta ocasión a una mujer muy fea que, sin embargo, había tenido un hijo. Todo el poblado daba por sentado que el hijo había nacido por generación espontánea, porque nadie sería capaz de acostarse con la madre. En la misma línea, Emilia Pardo Bazán narra el caso de una hermosa dama que hace la solemne promesa de cuidar a una pobre retrasada mental que malvive abandonada a su suerte si, por fin, Dios le concede un hijo. Pero al cabo de unos meses encuentra a la desgraciada dándole el pecho a un bebé. ¡Qué fuerte! Ni siquiera el aspecto de franciscano hirsuto que padeció la Barbosa de los Abruzos, retratada por Ribera con sus hijos , la mantuvo mocita. Parece que, mientras haya vagina, hay oferta de penes.

En la naturaleza no hay hembra despreciable. Lo raro es que una hembra tenga que cortejar. ¿Por qué, entonces, las mujeres cortejan como los hombres? ¿Es que no son el sexo caro? Bueno, es que los humanos negociamos el sexo en dos mercados diferentes: uno es el mercado libre y otro el matrimonial. Naturalmente, los hombres fanfarronean en el mercado libre a ver si alguna pica. Ahí, por supuesto, ellas no cortejan. Y aunque las cosas han cambiado mucho desde la aparición de los modernos anticonceptivos, las mujeres que quieren tener hijos prefieren el mercado matrimonial. Y ahí sí que cortejan para buscar el mejor marido posible.

Los hombres compiten entre ellos por el poder y la riqueza, y exhiben sus triunfos ante las mujeres. "Si las mujeres no existieran, todo el dinero del mundo dejaría de tener sentido", decía Onassis, que durante algún tiempo fue el hombre más rico del mundo. Sabía lo que decía. Las mujeres sólo veían su cara de sapo miope a través de su cartera. También Marilyn sabía lo que cantaba en Los caballeros las prefieren rubias:
Los hombres se vuelven fríos cuando las chicas envejecen. Al final, todas perdemos nuestros encantos. Pero los diamantes no pierden su valor. Los diamantes son los mejores amigos de una chica.

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