Primero, los hechos: en el Telediario de mediodía de esta ‘televisión de todos’ –y lo es, que usted y yo la pagamos religiosamente–, Televisión Española, se informa sobre las elecciones a la Presidencia de la Asociación de la Prensa de Madrid. La presentadora, Susana Roza, nos informa de que este es un momento especialmente delicado para “nuestra” profesión –sí: tiene la avilantez de llamarla “nuestra”– porque el sector vive un momento delicado y varias cabeceras han cerrado este año. En su pantalla pasan, en ‘zoom’, la primera de ‘Galicia Hoxe’ y, cerrando el desfile de defenestrados, este diario que tiene en sus manos.
Un fantasma entre las manos
Los últimos espasmos zapateriles son un retrato deformado e histérico de estas dos desastrosas legislaturas. Los estertores de muerte están siendo la firma, la prueba de la vileza, entre sus indultos a banqueros –¡el partido cuya propaganda electoral se basaba en mano dura contra la banca!–, sus costosísimos trapicheos de cadáveres para azuzar el guerracivilismo del que han hecho bandera y los bochornosos y orwellianos conatos liberticidas del camarada Llorente.
No parece haber indignidad a la que Llorente, Goebbels de tres al cuarto, no sea capaz de rebajarse para complacer a sus amos y correligionarios al frente de los Informativos de TVE, título irónico donde los haya.
Entre camaradas anda el juego
Mientras los chicos a sueldo de Roures ensalzaba este ‘Pravda’ en imágenes que ha sido la RTVE de Zapatero como “la más plural e imparcial de nuestra historia”, los Consejeros de la Corporación estaban ya hasta más arriba del pelo del “sectarismo y la falta de rigor informativo” del citado enemigo de la libertad y la irritación se acercó al nivel de motín cuando se supo que TVE filtró los datos de los sondeos electorales realizados junto con la Forta (las televisiones autonómicas) a pie de urna a La Sexta antes que al resto de las televisiones.
Se han visto cosas fuertes en TVE, pero esto de filtrar datos a un competidor para que se luzca el ‘multimillonario súbito’ Jaume Roures todavía estaba por ver. Es ya rizar el rizo.
Uno puede ser amigo de la verdad, tener unos niveles mínimos de ética, el rastro de un lejano respeto por la profesión; o puede, en todo caso, luchar por la exclusiva y darlo todo, cerrando los ojos a las manipulaciones, para ganar cuota. Pero hace falta haber descendido por debajo de cero en la escala moral para jugársela a los ciudadanos en beneficio de una empresa privada y supuestamente rival.
El memorial de agravios no tendría fin. Baste, por quedar cercano, recordar cómo a cinco días de las elecciones del pasado 20-N,
el teletexto de TVE daba ganador al PSOE en las urnas; con el 89% de los votos escrutados, el PSOE lograba 166 diputados, frente a los 108 del PP, y el partido ‘Anticapitalista’ se convertía en la tercera fuerza más votada, con 18 escaños. Alegaron error, claro. Errores que siempre van en la misma dirección y que, incluso en el improbabilísimo caso de que lo fueran –algo que desafía la credulidad de cualquiera– serían causa sobrada para cesar al responsable último, el citado Llorente.
Los dogmas de la progresía
Este grupo no necesita los repugnantes –y agónicos, por finales– manejos de última hora para saber que acallar nuestra voz ha sido uno de los objetivos del Gobierno que hemos sufrido estos años.
Los hemos tenido de todos los colores, unos descarados y otros ocultos. Ha habido multas de Industria –¡de Industria!– por decir lo que nuestro Gobierno ha decretado que es opinión ‘non sancta’, herejía para el dogma laico de la Progresía Triunfante; presiones a anunciantes y a bancos, campañas de difamación –como las emprendidas por la tercera autoridad del Estado, el empresario José Bono y segundo ‘millonario súbito’ de este régimen pródigo en magnates repentinos–.
Lo de don José fue especialmente vomitivo porque LA GACETA había investigado su desconcertante fortuna reciente, con lo que la utilización de los otros medios de comunicación por una autoridad supuestamente imparcial resultaba de república bananera.
Va a ser que acabar con Intereconomía era uno de los “deberes” que a Zapatero no le ha dado tiempo a completar, y las torpezas histéricas de Llorente y su tropa son los últimos cartuchos del conato. Pues va a ser que no, José Luis. Este individuo risueño y complaciente que le ha reído las gracias descerebradas a Zapatero sí que va a desaparecer. Es la suerte de todos lo comisarios políticos que en el mundo han sido.
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