martes, 13 de septiembre de 2011

II REPÚBLICA: QUEMA DE IGLESIAS Y ELEMENTOS RELIGIOSOS Y SÓLO CATÓLICOS. DESMANES

www.fnff.es/quema.htm

segunda república

No hay pan para tanto Chorizo
La verdad sobre la quema de iglesias en mayo de 1931

Falsos intelectuales y turbas de golfos, autores de los desmanes (Miguel Maura)
El Gobierno provisional de la I I República pudo y no quiso impedirlos
por A. J. González Muñiz



Santiago Carrillo aseguró, en un programa de televisión emitido en 1992 y sin rubor alguno, que la quema de conventos realizada en España el 11 de mayo, y días siguientes, de 1931, fue obra ¡¡¡de las derechas!!!, con el fin de destruir la recién implantada II República... A la falsedad de los hechos, el añadido de la calumnia y del sarcasmo. Y a tan interesada afirmación sesenta y un años después de los hechos, nada mejor que replicarla con el relato de quienes vivieron, con la máxima responsabilidad política y gubernativa, aquellos provocados acontecimientos. El tiempo no borra a su paso los sucesos, los aclara.
La Reunión monárquica
Desde el mismo mediodía del domingo 10 de mayo de 1931 el Gobierno trató de culpar a los monárquicos como provocadores contra la República y responsables de la respuesta popular a esa provocación con el incendio de iglesias y conventos españoles. ¿y qué fue lo que hicieron los monárquicos? Pues solamente reunirse en Madrid, en un piso de la calle de Alcalá, en el tramo plaza de Cibeles a plaza de la Independencia, para fundar y elegir junta directiva de una sociedad titulada «Círculo Monárquico Independiente». Para ello tenían el certificado de haber inscrito legalmente la sociedad en el registro correspondiente, el permiso de la Dirección General de Seguridad para celebrar el acto y la presencia en el mismo de un delegado de la autoridad. No se sabe todavía a estas fechas quién lanzó a la calle la noticia de que aquella reunión era una conspiración de elementos reaccionarios contra la República. Decía la nota oficial del Gobierno que en esa reunión alguien puso en un gramófono un disco con la antigua «Marcha Real» y esto fue escuchado en la calle, «causando la indignación de las gentes que venían de escuchar el concierto de la Banda de Música Municipal en el cercano Parque del Retiro».
El hecho es que no había terminado la reunión de los monárquicos cuando ya entre los grupos apostados en la calle circulaban los más disparatados rumores de complots y maniobras contra la República. Se contaba la falsedad, con toda suerte de detalles, de cómo el director de ABC Juan Ignacio Luca de Tena, había asesinado al chofer de un taxi; se especificaba la matrícula del vehículo y la marca de las armas guardadas en el local del «Círculo Monárquico Independiente», con el fin de realizar con ellas una acción ofensiva contra el Gobierno. Todo esto enardecía a las turbas y las impulsaba al asalto del Círculo Monárquico, lo que impidió la fuerza pública llamada con urgencia, a cambio de detener a cuantos en el local se encontraban. Defraudado el alborotado populacho por la frustración del asalto, alguien propuso ir a quemar el edificio del periódico ABC, en la cercana calle de Serrano. Enterado de ello el ministro de Gobernación, Miguel Maura Gamazo, envió un fuerte contingente de la Guardia Civil a pie ya caballo para custodiar el edificio en sus dos fachadas, de Serrano y del Paseo de la Castellana. Llegaron allí las turbas y se encontraron con la Guardia Civil que, después de dar los tres toques de atención reglamentarios, disparó al aire como advertencia. En ese momento -recuerda Miguel Maura- sonó un tiro de pistola, y un niño, subido a un árbol, cayó herido levemente, por fortuna. No hizo falta más para que los manifestantes se abalanzaran sobre los guardias que, en legítima defensa, se vieron obligados a disparar; hubo dos muertos y varios heridos entre los asaltantes. Otros manifestantes ante el Círculo Monárquico optaron por dirigirse a la Puerta del Sol, para protestar ante el Ministerio de la Gobernación. Cuando estaban vociferando les llegó la noticia de lo ocurrido ante el edificio de Prensa Española, y las voces pidiendo la disolución de la Guardia Civil y la dimisión del ministro de la Gobernación fueron incesantes e incansables. Acudieron los ministros a Gobernación, alterados ante los sucesos, y he aquí cómo en sus memorias, con título de «Así cayó Alfonso XIII...», relata Miguel Maura las reacciones de sus compañeros de Gobierno: «El desorden no perjudica sino a sus víctimas reales»... «El Gobierno nada sufre con ello, con tal de que no haya sangre»... «La autoridad tiene que paternal» ...
Anuncio de que se van a quemar los conventos
Cuenta Miguel Maura que a última hora de la tarde de aquel domingo 10 de mayo de 1931, vino a verlo al Ministerio, donde estaban también otros miembros del Gobierno, el capitán Arturo Menéndez (que llegaría a ser no mucho después director general de Seguridad), para comunicarle en secreto que, en el Ateneo, los jóvenes que habían estado poco antes ante el Ministerio protestando preparaban para el día siguiente, lunes día 11, la quema de los conventos de Madrid, como protesta por la lenidad del Gobierno en materia clerical. Incluso -dijo- se repartió, a una manada de mozalbetes, latas de gasolina y trapos para incendiar los conventos e iglesias que figuraban en una lista. El dirigente de esos grupos era el mecánico Pablo Rada, que acompañó a Ramón Franco en el vuelo trasatlántico del «Plus Ultra». Sigue recordando Miguel Maura que comentó con Azaña las confidencias recibidas, y Azaña le replicó: «No crea usted en eso. Son tonterías. Pero si fuese verdad, seria una muestra de la "justicia inmanente"». Azaña se negó a ir al Ateneo, del que hasta hacía un mes había siendo presidente, para impedir que se realizase el intento incendiario. Ello no impidió a Azaña escribir el 7 de diciembre de 1932, en su libro de «Memorias Políticas y de Guerra», lo siguiente: «Ha venido también a verme Casares. Acaban de saber en la Dirección General de Seguridad por un confidente que mañana se producirán alborotos en la Universidad, y al calor de ellos, unas hordas intentarán quemar los conventos. El confidente es el mismo que el año pasado avisó a Maura de la proyectada quema de conventos. -¿Usted no sabía que a Maura le avisaron con cuarenta y ocho horas de anticipación y que él no hizo caso? -No lo sabía. Parece ser, según relatos policiales a raíz de aquellos sucesos, que las Comisarías de Madrid estaban advertidas de lo que se fraguaba por una circular remitida en la noche del día 10.» Indalecio Prieto, en sus confesiones políticas «Cartas a un escultor», recuerda cómo un tal Peñalba fue a Gobernación en la tarde de aquel domingo, y desde una ventana, sin que nadie lo impidiese, arengó a los manifestantes y habló de hacer un escarmiento sin contemplaciones con todo lo clerical. El socialista Juan Simeón Vidarte, secretario que fue del Congreso de los Diputados, dice en su libro de memorias políticas «Las Constituyentes de 1931-1933», que el lunes día 11 de mayo de 1931 «a primera hora me habían llamado por teléfono los jóvenes socialistas para advertirme que algunos individuos, de dudosa afiliación, pretendían lanzarse a la quema de conventos, y al enterarse de que la iglesia de los jesuitas estaba rodeada de gente con intención de asaltarla y prenderle fuego, fui con varios de los jóvenes a ver si podíamos evitar esos hechos... pero no pudimos hacer nada cuando llegamos». José María Gil Robles, entonces diputado, y que vivió aquellas jornadas, afirma en su libro «No fue posible la paz»: «Al reproducirse los incendios en provincias, claramente se advertía la existencia de un plan, cuidadosamente trazado, y no la pretendida explosión de la ira popular».
Arden iglesias y conventos
El lunes 11 de mayo de 1931, por la mañana, se reúne el Consejo de Ministros. Sigamos las confesiones de Miguel Maura: «No habíamos aún tomado asiento en torno a la mesa de Consejos, cuando nos llegó la noticia de que estaba ardiendo la Residencia de los Jesuitas en la calle de la Flor. Recuerdo que hubo ministro que tomó en broma la noticia, ya otro le hizo gracia que fuesen los hijos de San Ignacio los primeros en pagar el "tributo" al "'pueblo soberano". La famosa "justicia inmanente" ensalzada por Azana ya estaba ahí. Prieto y yo nos cruzamos una mirada en la que todo lo que teníamos que decirnos quedó dicho». Maura, confiesa, planteó el tema urgente de tomar medidas y recabó para sí los poderes necesarios; si no se iba a su casa. Complaciente y pacificador, trataba de calmarle Alcalá Zamora: -Cálmase, Migué, que esto no es sino como desía su padre, «fogatas de virutas». No tiene la cosa la importancia que usted le da. Son unos cuantos chiquillos que juegan a la revolución y todo se calmará en seguida. Usted verá. -¡Conque «fogatas de virutas»! Es usted un insensato -dice Maura que le contestó- o me dejan ustedes sacar la fuerza a la calle o arderán todos los conventos de Madrid uno tras otro. -Eso, no -exclamó Azaña- Todos los conventos de Madrid no valen la vida de un republicano. Maura quiere tomar medidas, e insiste: -Con que den la orden a la Guardia Civil de que salga a la calle, yo les garantizo que en diez minutos no queda en ella ningún incendiario. -He dicho que me opongo a ello decididamente -amenazó Azaña- y no continuaré un minuto en el Gobierno si hay un solo herido en Madrid por esa estupidez. Relata Miguel Maura que iba a retirarse a su casa, cuando, desde la ventana junto a la que estaba, vio llegar hasta la verja cerrada del edificio de la Presidencia del Gobierno, en el Paseo de la Castellana, a unos veinte mozalbetes descamisados que, a gritos, reclamaban se les abriera la cancela para que entrase una comisión a hablar con el Gobierno. Maura se volvió hacia los ministros y, llamándoles, les apostrofó: -Vengan y vean a los que han obligado a la República a capitular. ¿No les da a ustedes vergüenza? -Lo que debemos hacer -dijo Marcelino Domingo- es dejar que una comisión suba, y procurar, por la reflexión, que desistan de sus locuras y se retiren a sus casas. -Y sin esperar más, ordenó al portero mayor que diera paso a la comisión de manifestantes. Segundos después, apareció en la puerta del Salón de Consejos, en mangas de camisa, despechugado, un individuo, acompañado de otros dos descamisados. Marcelino fue hacia él y, tendiéndole las manos, exclamó: -¡Amigo Pablo Rada! Pero sigamos las confesiones del ministro de la Gobernación: "porque unos cuantos jovenzuelos desalmados sin fe ni ley organizan una salvajada, el Gobierno de la República no encuentra otro medio para dominar el ridículo motín que echarse en brazos del Ejército, y declarar el Estado de Guerra". Afirma Miguel Maura: «El hecho de que la triste jornada resultase incruenta mostraba, bien a las claras, la calidad de la revuelta. Se había tratado tan sólo de quemar iglesias y conventos, no por espíritu revolucionario, ni por deseo de venganza contra frailes y monjas a quienes respetaron, sino como simple manifestación sectaria de un puñado de falsos intelectuales del Ateneo, y como diversión o entretenimiento de una turba de verdaderos golfos, a quienes se aseguraba la más absoluta impunidad». Ardieron iglesias y conventos en Madrid, Málaga, donde el gobernador militar general Gómez García Caminero presidió la manifestación de incendiarios; Murcia, Cádiz, Alicante, Sevilla, Córdoba, Granada, Valencia y en pueblos de sus provincias
El testimonio de Alcalá Zamora
El Gobierno hizo pública una amplia nota explicando a su manera lo ocurrido, haciendo acusaciones y lanzando amenazas. A esa nota pertenecen estos párrafos: «Ante la actitud del pueblo madrileño habrán podido persuadirse los monárquicos de que serán vanos todos los intentos para restablecer un trono que se hundió para siempre por el descrédito; pero, aunque sean inútiles tales propósitos, el Gobierno no puede tolerar que sirvan a gentes de otros campos, pero también enemigas de la República, para acometer al régimen valiéndose de disturbios». «Ha extremado el Gobierno su prudencia en estas veinticuatro horas para evitar que aquellas medidas de rigor inexcusable para el mantenimiento del orden público fuesen a herir a los elementos populares, que de nuevo han manifestado en las calles su fervorosa adhesión a la
República». Claro que Niceto Alcalá Zamora, presidente del Gobierno provisional de la República, y uno de los redactores de la citada nota, pensaba de distinta manera cuando, en su exilio voluntario, publicó sus «Memorias», «sin importarle las consecuencias», dice. Pues bien, en la página 185 de esas memorias, Editorial Planeta, 1977, escribe: «¿Cuáles fueron los elementos originaria y directamente culpables de la quema de conventos y templos, tan vergonzosa y perjudicial para el régimen republicano? Como siempre, surgieron las cuatro imputaciones de explicación habitual: para los extremistas eran instigadores los masones y aún los mismos frailes; para los que creen dejar así bien a un país convertido en instrumento de su mal y juguete de extraños, la mano culpable era extranjera; para los que todo lo arreglan fue la fatalidad. Creo que pudo mezclarse alguna escoria y aun instigación de fuera; pero los criminales eran españoles, salidos de los peores y más bajos fondos, de las cárceles abiertas en algunos sitios por la violencia, que iba remediando un indulto condicional, en virtud del cual muchos incorregibles volvieron a extinguir condenas. Aquellos desalmados propendieron como otras veces a buscar esa siniestra vía, que se ha abierto el fatalismo patrio, asociando de modo tan extraño la fe con el fuego, no como fervor de la conciencia propia y sí como quema del cuerpo de otro creyente o descreído o del templo o casa de otra creencia. Suponer cooperación de los mismos profesos porque al percibir los rumores del peligro abandonasen previsoramente los conventos era una grosera calumnia».
«Dominados aquellos días los incendios, se intentó bastante después, ya dentro del mes de junio, impresionarnos coactivamente con la amenaza de repetirlos».
Los «tres grandes» contra los incendios
Los fundadores de la Agrupación al Servicio de la República, que aspiró a reunir en su seno a los intelectuales españoles partidarios de un nuevo régimen de libertad abierto a las corrientes mundiales de la democracia, se apresuraron a situarse enfrente de cuanto significara vandalismo e irresponsabilidad. Para ello dieron a la publicidad, en «El Sol» del día 13 de mayo, la siguiente nota de urgencia: «La multitud caótica e informe no es democracia, sino carne consignada a tiranías. Unas cuantas ciudades de la República han sido vandalizadas por pequeñas turbas de incendiarios. En Madrid,
Málaga, Alicante y Granada humean los edificios donde vivían gentes que, es cierto, han causado durante centurias daños enormes a la Nación española, pero que hoy, precisamente hoy, cuando ya no tienen el poder público en la mano, son por completo inocuas. Porque eso, la detentación y el manejo del poder público era la única fuerza nociva de que gozaban. Extirpados sus privilegios y mano a mano con los otros grupos sociales, las Órdenes religiosas significan en España poco más que nada. Su influencia era grande, pero prestada; procedía del Estado. Creer otra cosa es ignorar por completo la verdadera realidad de nuestra vida colectiva». «Quemar, pues, conventos e iglesias no demuestra ni verdadero celo republicano ni espíritu de avanzada, sino más bien un fetichismo primitivo o criminal que lleva lo mismo a adorar las cosas materiales que a destruirlas. El hecho repugnante avisa del único peligro grande y efectivo que para la República existe: que no acierte a desprenderse de las formas y las retóricas de una arcaica democracia en vez de asentarse desde luego e inexorablemente en un estilo de nueva democracia. Inspirados por ésta, no hubieran quemado los edificios, sino que más bien se habrían propuesto utilízarlos para fines sociales». La imagen de la España incendiaria, la España del fuego inquisitorial, les habria impedido, si fuesen de verdad hombres de esta hora, recaer en esos estúpidos usos crematorios. Gregorio Marañón, José Ortega y Gasset y Ramón Pérez de Ayala». En resumen: el Gobierno provisional de la II República Española pudo evitar, y no lo hizo, la quema de iglesias y conventos; conocía los preparativos ya los que iban a ser sus autores y consintió que los incendios y los desórdenes públicos se originasen.



ETA
http://www.blogger.com/blogger.g?blogID=3693644600973564161#editor/target=post;postID=6072306709982375778

-

EL EXPRESIDENTE DEL GOBIERNO JOSÉ LUIS RODRÍGUEZ ZAPATERO ESTÁ ESCRIBIENDO DOS LIBROS ESPECIALIZADOS EN MATERIA ECONÓMICA.

PERO NO SE PRESENTÓ
Las clases de economía mejor aprovechadas de la historia.
Parece ser que las lecciones de economía
en 
"dos tardes"que le recomendó
el responsable económico del PSOE,
Jordi Sevilla,
al expresidente del Gobierno
José Luis Rodríguez Zapatero
han dado sus frutos.
Es que no se presento porque además de un inepto total, era un vago
y total, para destruir España tampoco necesitaba saber tanto
-
El hundimiento TOTAL de la España que odiaba y seguirá odiando
JOER, JOER, JOER

-
PSOE
¿100 AÑOS DE HONRADEZ?
¡Ni 100 minutos seguidos!
© Arturo Álvarez Martínez – 2008
-
PSOE
¿100 AÑOS DE HONESTIDAD?
¡Ni 100 minutos seguidos!
© Arturo Álvarez Martínez – 2008
-
PSOE
¿100 AÑOS DE HONESTIDAD?
RESTANDO LOS 40 DE FRANCO© Arturo Álvarez Martínez – 2012
-

Amaneceres desde puerto Picao, JEREZ de la FRONTERA

-
-

-

No hay pan para tanto Chorizo
HTTP://MAREMAGNUMDEQUISICOSILLAS.BLOGSPOT.COM.ES/2011/06/CONSCONS-NO-HAY-PAN-PARA-TANTO-CHORIZO.HTML
-

1000 MANDAMIENTOS DEL PSOE PSOE
http://maremagnumdequisicosillas.blogspot.com.es/2011/06/conscons-2-los-1000-mandamientos-del.html-
PSOE
¿100 AÑOS DE HONRADEZ?
¡Ni 100 minutos seguidos!
© Arturo Álvarez Martínez – 2008
-
PSOE
¿100 AÑOS DE HONESTIDAD?
¡Ni 100 minutos seguidos!
© Arturo Álvarez Martínez – 2008
-
-
20 - MENTIRAS PODRIDAS DEL PSOE: (2850 AL 3.000 Y PICO)



No hay comentarios:

Publicar un comentario