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Zerolo miente: el lobby gay invitó a Israel al orgullo antes de vetarle
Maricon
Maricón sin GPS
Pierde aceite
Sarasa
Mariposón
Marica
Maricón,
princesa,
invertido,
perra,
degenerado,
rarito,
zorro,
badea,
maniquebrado,
puto,
reina,
floripondio,
menestrón,
sopa,
loca,
ojete,
roscón,
putita,
chupavergas,
gatorade… ¡nuestro idioma es tan prolífico en términos homofóbicos! En cuestión de insultar una palabra que me sorprende es maricón; tiene muchas derivaciones:
marica,
mariquita,
maricona, etc.
Además es una palabra muy versátil para formar nombres como Mary Casas y Mary Contreras.
Tampoco hay que dejar a un lado expresiones interesantísimas como “come por el culo” “admirador de la verga ajena”, “culo 24/7”, o “muerde almohadas” ¿Por qué comenzar por los insultos al escribir este artículo? Pues bien, tanto se me ha criticado por usar la palabra maricón, que he decidido demostrar la ridiculez de nuestra cortés hipocresía.
¡Cómo puede ser posible que este pseudointelectual de sexta ose llamar maricas a todos los del gremio! ¡Un atrevimiento considerando que hay palabras más apropiadas como “gay” o “alternativo”! Yo escojo la palabra maricón porque es una palabra fuerte y no deja indiferente a quien la lee. Muchos prefieren los eufemismos y ponen reparos al uso de cada palabra argumentando situaciones especiales.
Se nos ha ocurrido crear un sistema absurdo para denominar a cada florecilla del jardín. Situación que se comprende en perlas como “los gais son los ricos y los maricas son los pobres” ¡vaya pendejada tan clasista! Si nos ponemos a pensar de esa forma todos somos maricas porque ecuador es un país pobre. Otra joyita es “perra es como los gais se insultan entre sí”. A mí se me acaba de ocurrir uno: “No le digas, maricón; mejor trátalo con cariño y dile mariquita”.
Pues bien, yo he decidido no seguir las reglas: soy muy democrático y para mí todos son maricones. ¿Por qué? Sencillamente porque tenemos un miedo tan atroz a la palabra maricón, que la hemos convertido en un tabú. Maricón es en efecto una palabra hiriente, pero yo lo veo como usar zapatos nuevos: te lastima hasta que te acostumbres. No me gusta que me digan maricón, pero eso no me hace apoyar otras palabras más “blandas” que algunos quieren usar y que terminan siendo igual de ofensivas.
“Alternativo”, por ejemplo es una palabra que no me gusta. “Una pareja alternativa”, “una vida alternativa”, “una sexualidad alternativa”. Alternativo suena más a sustituto de mala calidad. La homosexualidad no es el camino “alternativo” a la heterosexualidad. La homosexualidad y la bisexualidad son igual de válidas a la heterosexualidad. No se trata de una vía principal y caminos secundarios. “Gay” es una palabra con reparos: todos la usan, todos creen saber lo que significa; pero cuando hay que usarla, gay se vuelve tan genérico que todo lo que toca la luz es gay.
Para denominar a los maricas hay términos culinarios, de zoología, mecánicos y vulgares. El único término válido es homosexual. A mí me gusta esa combinación de s, x y l; además de la exactitud científica. Si la palabra se hace muy larga, abreviémosla como “homo”… ¡y de paso le hacemos publicidad a un detergente! Más allá de los nombres, de las buenas o malas palabras, un objetivo común es vencer el estereotipo negativo que representa cada palabra. Las palabras son secundarias. Mostrar que cada homosexual posee la humanidad, la compasión, el valor y todas esas virtudes que hacen que la humanidad progrese es lo principal.
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