viernes, 23 de julio de 2010

GUERRA CIVIL: MALA MEMORIA, HISTÓRICA

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MALA MEMORIA

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DON CAYETANO LUCA DE TENA, publicó en el Diario ABC de 8 de diciembre, titulado “Mala memoria”, un artículo como réplica al libro del propio S.Carrillo “Memorias”, Edit. Planeta. Noviembre de 1993.

“A Santiago Carrillo debe fallarle la memoria con los años. Dijo, en una entrevista con Antonio Herrero en la COPE, que en noviembre de 1936 envió a Valencia unas expediciones de militares presos en las cárceles de Madrid para evitar que reforzaran las tropas de Franco si éstas conquistaban la capital en aquellos días. De la matanza de aquellas expediciones en Paracuellos, Carrillo no se siente responsable. Según su versión, los asesinos fueron grupos incontrolados, furiosos por las supuestas crueldades de los franquistas en Andalucía y Extremadura.

Son varias y burdas las falsedades de esta declaración. Primero: En aquellas expediciones figuraban algunos militares, pero la mayoría la compusieron sacerdotes, abogados, médicos, funcionarios e incluso labradores y operarios de pueblos próximos a Madrid. Segunda: Si las ejecuciones fueron accidentales, espontáneas, imprevistas, ¿cómo es que estaban dispuestas en Paracuellos las zanjas que recibían a los cadáveres, amarrados de dos en dos -a veces con alambre- y fusilados con ametralladora a la luz de los faros de coches y camiones? Tercera: Si Carrillo y sus colaboradores lamentaron profundamente -como él asegura- aquel desgraciado suceso, ¿por qué permitieron que continuaran expediciones y matanzas durante todo el mes de noviembre y los comienzos de diciembre? Sólo terminó aquella orgía sangrienta cuando un anarquista íntegro y valiente, Melchor Rodríguez, consiguió extender a las prisiones de Madrid su autoridad de inspector general, imponiéndose a la Junta de Defensa, que las gobernó hasta entonces y es responsable de las matanzas. Melchor Rodríguez no sólo puso fin a los traslados, sino que también defiende a pecho descubierto a los presos de Alcalá de Henares cuando, el 8 de diciembre, las turbas intentan el asalto a la cárcel para un linchamiento colectivo. Yo estaba allí y podría contar cómo se vivió.

Son doce o catorce mil los sepultados en Paracuellos o lugares inmediatos. El recuento de las víctimas era muy difícil, a causa del tiempo transcurrido desde su muerte y del amontonamiento y confusión de los cuerpos en las fosas. Hubo expedición que se salvó -la mía, posiblemente- porque aquéllas estaban repletas y las que se disponían no estaban aún preparadas. Y hubo también algún afortunado que, herido de cierta importancia, cayó mezclado con los muertos y pudo escapar y sobrevivir cuando los asesinos, cumplida su tarea, se alejaban en busca de un descanso o de nuevas víctimas. Yo he conocido a uno de estos escasísimos resucitados. Tenía una enorme y mal formada cicatriz en la cabeza. Era un sacerdote.

Es inútil que Santiago Carrillo trate de enmascarar aquellos crímenes con tan endebles argumentos. Los que vivimos en las prisiones rojas unas fechas terribles y podemos recordarlas sabemos muy bien quiénes fueron los culpables. Él, que fue consejero de Orden Público de la Junta de Defensa de Madrid, lo sabe también. Y mejor que nadie, seguramente. Aunque sus fallos de memoria confundan totalmente unos hechos y unas víctimas que no pueden esconderse. Y le permitan vivir en paz, sin tener que arrepentirse de nada”.

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